jueves, 8 de noviembre de 2012

Etapa 2: Molinaseca - Alto do Poio (78 kms) Parte II


Después de la parada un rato de carretera en paralelo al camino estrecho por el que iban los peregrinos, rodeado de bosques preciosos y pequeños pueblos que se iban sucediendo, aquí una pequeña crítica al camino y es que en muchas ocasiones te encuentras el camino desviado aposta para pasar por "ciertos lugares" esto es bares o sitios que en muchos casos te esperan con los bolsillos abiertos y es que en parte el camino es un gran negocio.
 Aún así como llevaba muchos kilómetros y pocos sellos en mi acreditación decidí parar en uno en un pueblo muy pequeño, la verdad es que esa parada marcó el resto de mi Camino. Cuando entré bastante castigado ya por la etapa, la dueña del hostal-bar al verme tan cansado y preguntando tanto por el final de mi etapa, me preguntó de dónde había salido al contestarle que Molinaseca frunció el ceño y empezó con su charla-tirón de orejas, al decirme que iba demasiado deprisa que eso no era hacer el camino que el camino hay que vivirlo, disfrutarlo no pensar cuantos kilómetros faltan ni nada así, olvidarse de kilómetros y simplemente recorrerlo. Hasta ese momento es cierto que había seguido un ritmo muy alto, no en los pueblos en los que circulaba casi al paso de los peregrinos para disfrutarlos pero sí en los caminos. Desde ese momento decidí bajar mi ritmo y empezar a disfrutar de verdad del camino de lo que me rodeaba, olvidarme del móvil y sobre todo de contar los kilómetros. 

Así que empecé por relajarme tomando una caña en la terraza del bar dónde primero me junté con unos peregrinos franceses y después con unos de los peregrinos más simpáticos que me encontré un pequeño grupo de coreanos muy jóvenes que aunque hablaban poco inglés si reconocieron el "gangnam style" y se pusieron a cantarlo, yo me uní en el estribillo, un gran momento de mi camino.

Empanada vegetal, estaba increíble
No sé si debido a mi gran voz pero el caso es que, al poco de iniciar de nuevo la marcha, se puso a chispear. Cada vez me acercaba más a Cebreiro y aún con mi nuevo paso mucho más lento notaba bastante cansancio, así que decidí tomarme un descanso y comer para ya posteriormente afrontar la subida.
Para comer paré en una casa cuya parte de abajo era una panadería artesana, tenía ganas de comer empanada y me imaginé que ningún sitio mejor para ello. Efectivamente no me equivocaba la lástima que sólo le quedaba una pequeña ración de empanada de verduras eso si increíblemente buena. 

Como seguía chispeando decidí alargar mi parada  y me tiré un largo rato hablando con la dependienta de la panadería, se interesó en mi viaje le conté mis anécdotas cuando llegué a la parte de mi visita a la cruz del Ferro y cómo dejé mi pulsera de la "buena suerte" decidió regalarme una pulsera para compensar la pérdida de la otra esperando que me trajera, como poco, la misma suerte.

Mi siguiente parada fue en un supermercado, una buena manilla de plátanos para prevenir calambres, que colgué del sillín ante las risas de varios peregrinos que me bautizaron como Balú.

Y al fin llegó el momento que me tenía obsesionado todo el día, Cebreiro, que me recibía sin lluvia y con unos paisajes dignos de cuento de hadas...
Las vistas antes de iniciar la ascensión
Y que deciros del Cebreiro, hay que sufrirlo para poder describirlo bien, en principio hay 3 rutas por las que subirlo una la más tendida y fácil pero se hacen como 16 Kms extras es a través de la N-VI, otra es seguir todo el rato el camino de los peregrinos nada aconsejable por lo que leí y la tercera es la que tomé yo seguir la ruta de los peregrinos hasta una marca en la carretera donde se divide en dos el camino para peregrinos y bicigrinos. Una carretera estrecha apenas transitada (no me crucé con nadie en toda la subida) pero que está bien asfaltada. La mejor manera de resumir el Cebreiro tal vez sea esta foto:

Al fondo se aprecia la pendiente que hay en algunos momentos, donde aún con el plato pequeño y el piñón más grande te acuerdas de todas y cada una de las cosas que llevas en las alforjas, y eso que yo decidí ser muy estricto y apenas llevar peso, pero aún así en muchas ocasiones la rueda delantera de la bici se levantaba.

Los primeros kilómetros apenas paré y mantuve un ritmo si bien lento, continuo, pero cuando faltaban 5 kilómetros las fuerzas me empezaron a fallar. Recuerdo que, marcado con pintura blanca en la propia carretera, había indicaciones de la distancia que faltaba, así me pude dar cuenta aún más, de lo mucho que se tardaba en recorrer un sólo kilómetro, a poco más de 4 kilómetros tuve que hacer una larga parada, recuerdo dejar la bicicleta en el arcén y tirarme en un pequeño claro, las nubes se habían ido dejando paso a un sol otoñal de los que achicharran. Pero todo el cansancio compensaba con la paz y los hermosos paisajes que se podían disfrutar, Cebreiro es duro pero a la vez muy muy hermoso.
Después de una larga parada y pensando que llegaba ya al fin del puerto llegué a una pequeña aldea con un hostal-bar encantador, la música de gaitas que provenía de dos viejos altavoces colocados en el exterior le daba un aire distinto, decidí parar a tomar algo para celebrar que ya casi había vencido al Cebreiro, aún más convencido cuando la dueña del hostal me dijo te quedan "2 kilómetros pero muy flojitos ya". Lo celebré demasiado pronto, una jarra de cerveza (el combustible del bicigrino) y un pincho de una enorme tortilla y a disfrutar del lugar y de la música, mientras disfrutaba de mi bien merecido descanso pasaron delante mío los dos únicos bicigrinos que ví en toda la subida, una pareja iba desmontada de sus bicis con un gesto de cansancio que imagino se parecía en mucho al mío.

También conocí a un peregrino belga que me contó que era su cuarto camino que el anterior lo había hecho en bici y que el recorrido que yo iba a hacer en 5 etapas el lo hizo en dos, si mal no recuerdo creo que me dijo que hizo Leon - Cebreiro y Cebreiro - Santiago Para un total de 1600 kilómetros cuando llegó. En el bar en el que estábamos un cartel de Mahou,que pude encontrar en muchos bares indicaba 154 kms a Santiago... os podéis imaginar cuanto andaba cada día.
Y ya sólo dos kilómetros más, salí del pueblo a buen ritmo parecía que era verdad que era más suave la pendiente, pero tras una pequeña curva un repecho tremendo hizo que me acordara del pincho de tortilla y no me quedo otra que poner pie a tierra y hacer unos 500 metros desmontado. Después de ese duro repecho un falso llano y.... ¡al fin! Cebreiro, fue un subidón tremendo conseguir llegar, me recibió la música de Luar na Lubre y su "A son do ar" una canción que tengo asociada a la primera vez que visité Galicia.En Cebreiro en su pequeña ermita sellé mi credencial del peregrino, un sello especial y tal vez mi preferido de todo el camino, además es tan grande que ocupa dos huecos de la acreditación, fue un momento muy emocionante. Cebreiro es un pueblo precioso de pequeñas casas de piedra dónde parece que el tiempo se ha detenido, estaba deseando darme una ducha y poder disfrutar de un paseo por sus calles...

Estaba tan cansado que así salió la foto
Pero a partir de ahí todo se torció hasta el punto de pasar los peores momentos de mi camino, busqué alojamiento en Cebreiro y tras preguntar en el albergue y en un par de sitios más, una "amable" hostalera me dijo que dejara de buscar que en todo Cebreiro no había, que siguiera adelante, ante la pregunta de cuál era el siguiente lugar donde podía alojarme simplemente pasó de mi. Al menos gente del lugar me dijo que a 6 kilómetros encontraría algo.
Así que no me quedaba otra que continuar, había gastado mis pocas fuerzas en llegar a Cebreiro pensando que esa sería mi meta pero ahora descubría que no era así y además se me hacía muy tarde. Salí de Cebreiro y otro contratiempo, decidí seguir una indicación que me llevaba por una tremenda cuesta abajo de unos 2 kilómetros que mis piernas agradecieron pero cuando acabé la bajada un señor que cuidaba de su huerta me miró e hizo un gesto negativo con su cabeza, sabía lo que iba a decir "te has equivocado tienes que volver". Así que dos kilómetros más de subida y lo que es peor perseguido por un perro que aún no se muy bien de dónde salió. Cuando terminé de subir vi donde estaba mi error una pequeña flecha apuntaba a un camino estrecho (apenas entraba la bici) y oculto, así que decidí seguir la carretera principal.

El primer lugar que encontré fue un hostal, de nuevo completo y me dijeron que seguro que en Hospital encontraría alojamiento, otros 5 kilómetros más que en mi estado eran como 30, al llegar a Hospital nueva decepción: en el albergue quedaba una cama y a pesar de ser las siete de la tarde no me dejaban entrar por si llegaba algún peregrino. Entendía que los peregrinos tuvieran preferencia pero siendo las 7 de la tarde y estando yo realmente cansado podían haberme dejado pasar y aunque hubiera sido hubiera dormido en el suelo. Un amable peregrino se puso de mi parte y ni con esas, insistí bastante porque yo sabía cual era el siguiente punto donde podría buscar alojamiento, el alto do Poio el punto más alto del camino en Galicia otros 6 kilómetros de dura subida.
No me quedo otra, la subida fue dura pero había conseguido recuperarme un poco y no fue tan difícil como esperaba. Al coronar encontré dos hostales, ningún albergue. Sabía que o me quedaba allí o tenia que seguir 15 kilómetros más a Triacastela eso sí de bajada, decidí quedarme ahí y elegí el hostal que queda a la izquierda según se corona el alto, no recuerdo el nombre (Santa Marta o Santa Maria o algo así no recuerdo bien) pero desde aquí a todo el mundo que haga el camino que EVITE ESE LUGAR así en mayúsculas me esperaba un rato digno de película de Pilar Miró de la España más profunda.

Empezamos con mi aventura en ese lugar, al llegar mis pintas de estar muerto y mi cara de alivio cuando me confirma que había habitaciones hace que el señor añada la coletilla "pero son 30 euros la noche". Estaba tan cansado que en ese momento me dio lo mismo, luego pude comprobar que había subido el precio de la habitación en 10 euros. A la hora de enseñarme la habitación cuando estaba a punto de dejar las alforjas encima de la cama me empezó a gritar que a ver que narices hacía y que si quería pagar la factura del tinte.
Interior del hostal de Norman Bates,
sí, son cintas de casette
Hora de cenar el menú era horrible así que me decidí por un bocata. Le pedí que me pusiera un bocata de bacon queso y si había tomate pues con tomate, nuevamente el hombre empezó a gritar que eso era "una mariconada" y que ahí sólo servían bocatas de bacon sin nada más, que a ver que era eso de poner más cosas a un bocadillo. Afortunadamente y ante los gritos salió la que debía ser su mujer y de manera calmada y con mucha educación me pidió disculpas y me dijo que lo hacía ella que no me preocupara, eso sí mi amable hostelero se cobró su venganza cuando me pidió 8 euros por el bocadillo y una cerveza...
Pero lo mejor estaba por llegar un matrimonio con su hija de unos ventitantos años y un simpático perrito entró en el bar, dejando el perro fuera, el perro se puso a ladrar y fue cuando mi querido Norman Bates se desató. Empezó a gritar que iba a salir y patear el perro, que no quería ver al perro dentro de alguna habitación o los echaba a la calle. El padre intentó calmarle diciendo que el perro era de su hija y que ladraba porque la extrañaba pero que era muy tranquilo... y ahí es cuando se lió, el hostalero le dijo al padre que su hija mejor se buscaba un hombre o si no lo buscaba porque su perro... y os podéis imaginar lo que dijo que le hacía el perro a la hija. En ese momento toda la gente del hostal estaba en el comedor y en el bar sólo estábamos la familia y yo. Después de quedarme alucinado con las palabras del impresentable salté junto con el padre a increpar al hostalero que se puso aún más chulo y nos amenazó con echarnos, al final entró su mujer y puso cordura. Yo decidí que dormiría y saldría de ese lugar lo más temprano posible y ya desayunaría en otra parte...

viernes, 26 de octubre de 2012

Etapa 2: Molinaseca - Alto do Poio (78 kms) Parte I

Después de pasar una mala noche en la que dormí poco, tocaba madrugar: hoy afrontaba la etapa más dura de mi camino la que me llevaría a Cebreiro y su temido puerto.
Recargué pilas con un buen desayuno en el Albergue zumo, un té y tostadas y esperé un poco a que amaneciera para salir con la bici, recuerdo que durante el desayuno me dijeron que, habiendo superado la cruz de Ferro, Cebreiro se me haría sencillo (aquí me engañaron como bien pude comprobar después).
Mi primer destino del día Ponferrada, donde pude ver como amanecía desde el castillo templario uno de los mejores momentos de mi viaje.
Amanecer desde el castillo de Ponferrada

Ponferrada
Había leído que era un poco caótico salir de la ciudad, al menos sabía el camino se dividía entre peregrinos y bicigrinos justo al llegar al castillo de los templarios, la verdad es que las flechas para bicigrinos estaban muy bien indicadas y decidí seguirlas. El problema vino al salir de Ponferrada las flechas me llevaban por la N-VI que aunque tenía poco tráfico y la verdad que se iba muy bien,  me iba a perder la mayor parte de los pueblos hasta Villafranca del Bierzo, fue un momento de dudas, seguir por la Nacional y perderme pueblos como Cacabelos y el ambiente del camino o intentar llegar a los pueblos intermedios con riesgo de perderme y sobre todo expuesto a peores caminos y más pendiente. Decidí optar por lo segundo, la Nacional me parecía como salir a entrenar, me estaba perdiendo el verdadero espíritu del camino, así que pregunté a un amable conductor que me dijo que lo mejor que podía hacer era meterme por Carracedo y desde ahí llegar a Cacabelos. Genial! así podría ver el famoso monasterio de Carracedo y eso hice, me encontré el monasterio cerrado y me crucé con el amable conductor que me había indicado como llegar que pasó mi lado diciéndome "vas bien, vas bien".

Llegué a Cacabelos, un gran museo de arqueología me esperaba pero para variar estaba cerrado, decidí hacer una pequeña parada en una iglesia intenté sellar mi acreditación... !agua! también cerrado mientras tanto mis amigos Vitorianos me escribían se hallaban cerca de empezar el temible Cebreiro.
A la salida de Cacabelos me encontré una tremenda cuesta y me dí cuenta de que empezaba a pagar el ritmo tan alto que me autoimpuse inconscientemente el día anterior, decidí parar en un bar tomarme un aquarius y una ración de frutos secos, ¿sería el momento de replantearme subir hoy a Cebreiro?


Pórtico perdón
Iglesia de Santiago Villafranca
Decidí bajar el ritmo y llegar a Villafranca unos cuantos kilómetros y no sabía lo que me esperaba, un pueblo precioso con una iglesia, la de Santiago que posee el único pórtico del perdón de todo el camino (si exceptuamos el de la propia catedral de Santiago) el motivo era que ahí podían recibir el perdón los peregrinos que por enfermedad no pudieran llegar a Santiago.
Al lado de la iglesia un antiguo hospital para peregrinos y un curioso albergue llamado ave fénix que me encontré cerrado (menudo día llevaba)
Al menos hice unas cuantas fotos y aproveché para darle una pequeña lección de historia a unos peregrinos ingleses contándole la historia del pórtico de la iglesia.

Llevaba ya lo que pensaba que era más de la mitad de mi etapa, como explicaré luego esto no fue así y un cartel en el albergue me animó a no rendirme y llegar hasta Cebreiro como era mi intención, total sólo eran 27 kilómetros más:
Mi burrita antes de afrontar el muro
La verdad es que me dio pena dejar un pueblo tan bonito lleno de rincones preciosos que invitaban a parar, bajarse de la bici y tomar fotos (creo que con diferencia fue el pueblo en dónde más foto tomé ).
Como muestra:
 

Foto tomada sobre la bici el tráfico no me dejó parar

Pero se me hacía tarde y aún me quedaba la subida a Cebreiro que según mis cálculos me iba a llevar un par de horas o más. Así que tuve que dejar ese hermoso pueblo que sin duda volveré a visitar algún día, me despedí de él a través de un hermoso puente de piedra. A la salida de Villafranca y siguiendo el curso río encontré un sitio con un antiguo puente muy tranquilo y decidí hacer una pequeña para para cargar fuerzas (segundo bocata de tortilla). La última parte de mi etapa me esperaba...





viernes, 19 de octubre de 2012

Primera Etapa Tejados - Molinaseca (74kms)

Después de un montón de preparativos, de leer unas cosas y otras por fin el domingo 7 de Octubre me puse en camino.
Llegué el día anterior a mi pequeño pueblo leonés y después de una noche en la que apenas dormí por los nervios y un buen desayuno me ponía en marcha hacia Astorga que sería mi punto de inicio en el camino.
Los primeros 12 kms hasta llegar a Astorga me eran familiares no era la primera vez que los hacía, rodeado del monte leonés llegaba a Astorga el verdadero inicio de mi camino...

Mi compañera de viaje a punto de llegar a Astorga
Justo antes de llegar a Astorga se produjo mi primer contratiempo, justo antes de tomar esta foto, la chapuza que había hecho para arreglar la luz trasera no aguanto más y tuve que afrontar todo el camino sin ella.

Llevaba mucho tiempo sin pisar Astorga, llegar a esas horas de la mañana en que la pequeña ciudad se despereza fue un reencuentro fantástico. Volver a ver los Maragatos, el palacio o la catedral en una mañana de Otoño.
En Astorga tuve mi primer encuentro con el camino: varios peregrinos desayunando en la plaza del ayuntamiento, algún que otro bicigrino (bastante secos la verdad). Y sobre todo con mis grandes compañeras de camino ¡las flechas amarillas! si hay algo que temía de ir sólo es mi pésimo sentido de la orientación y salir de Astorga me resultó muy muy sencillo, ni os imagináis la de veces que me acordé de aquellos que marcaron el camino con las flechas (en especial las que lo marcaron para los bicigrinos).



La Catedral de Astorga



Justo antes de salir me encontré con una iglesia que a pesar de haber estado tantas veces en Astorga nunca había visto. En una de sus paredes estaba escrito una curiosa cita, creo que al leerla fui por primera vez consciente de que estaba haciendo el camino. Y sobre todo de que Santiago no era la meta de mi viaje.
Desde aquí salí de Astorga, mi camino por delante lleno de pequeños pueblos de la maragatería con sus preciosas iglesias, sus casas de grandes puertas y su olor a leña quemada.
En mi primera parada, en Santa Catalina de Somoza, me encontré con dos amigos peregrinos que llevaban varios años haciendo el camino, como nunca tenían mucho tiempo lo hacía por fases y en esta les tocaba llegar hasta Ponferrada, me hablaron del Camino de lo que suponía para ellos y me contaron alguna que otra anécdota de su peregrinaje. La verdad después de lo que pasó en Astorga con los bicigrinos "secos" agradecí mucho esa charla.




Aquí estuve parado con los dos peregrinos Santa Catalina de Somoza
En este bello pueblo sellé por primera vez mi credencial de peregrino y seguí marcha mi siguiente destino Ganso un pueblo pequeño y precioso que bien valía una parada para tomar un té calentito (la de veces que me tocó explicar por el camino lo que era un té americano) en una pequeña terraza, ahí hice mis primeros amigos del camino un par de gatos que no se despegaron de mí ni cuando decidí emprender de nuevo mi camino. Casi a la salida del pueblo me encontré una casita de grandes puertas (como buena casa maragata) que vendía bastones y conchas del peregrino, tocaba parada ya que no llevaba aún mi "identificación" como peregrino de paso un rato de charla con la señora que me la vendió y que no conocía el pueblo de mi madre, ni siquiera la zona, a pesar de estar a unos escasos 20 kms.
Después de unos pocos kilómetros a buen ritmo, llegaba a Rabanal del Camino, me recibía su pequeña ermita de San José, en la que por el nombre obligado estuve a parar y cargar energías por primera vez en mi camino con un pedazo de bocata de tortilla que llevaba en las alforjas, sabía lo que me esperaba después. Las vistas desde la ermita no podía ser mejores:

Rabanal del Camino desde la ermita de San José


La subida a la cruz de Ferro
 Llegaba el momento duro de la etapa el alto de la cruz de Ferro, que me recibía con unas rampas duras y constantes. Sabía que esta subida me llevaría al punto más alto del camino y a la famosa cruz de Ferro. Antes de acabar la subida y al paso por el pequeño pueblo de Foncebadón paré en el albergue, para disfrutar de la que sería mi primera caña del camino (y hubo unas cuantas). Pocos peregrinos me encontré, pero si animé a dos bicigrinos que continuaron su subida poco antes de retomarla yo. Cuando volví a la ruta alcancé a los dos bicigrinos y empezamos a hablar, eran dos hermanos de Vitoria, que aunque sólo pude rodar unos pocos kilómetros con ellos fueron muy especiales en el resto de mi camino, ya que nos fuimos apoyando mutuamente a través de mensajes. Espero visitarles pronto como les prometí. Sin duda de lo mejor de mi camino.

Y finalmente la Cruz de Ferro...
Cuando los tres la vimos a lo lejos no pudimos evitar expresiones de júbilo al haber conseguido ascender una de las mayores dificultades del camino. El punto más alto del camino y esa cruz, más bien cruceiro, copia de la original (que está en Astorga por cierto) fuente de tantas leyendas, la más tradicional dice que cuando se construyó la catedral de Santiago se pidió a los peregrinos que llevaran piedra y desde ese momento es tradición llevar una piedra de casa y arrojarla de espaldas a la cruz al montón que se ha ido formando con el paso de los años.
La tradición cuenta que en realidad fueron los segadores gallegos los que, en su paso para trabajar los campos leoneses, empezaron a arrojar esa piedra traída de sus casas buscando llamar a la buena suerte.
Aquí paramos un buen rato hicimos un montón de fotos, vimos un reloj solar, una pequeña capilla y nos maravillamos de la cantidad de piedras con mensajes escritos, piedras traídas de Japón, de Portugal, Alemania, Estados Unidos, Brasil... ¡increíble! Yo también quise dejar algo mío, dejé una pulsera que consiguiera en Canarias no hacía mucho, para mí era, en parte, un detalle cargado de simbolismo.

 Después de la parada decidimos emprender la marcha juntos, un rápido descenso muy muy técnico y divertido que hicimos por carretera, con unos paisajes incomparables que nos obligaron a hacer unos cuantos altos en el camino para sacar fotos.

Las vistas descendiendo el Alto de la Cruz de Ferro

El Acebo 
Los pueblos que nos encontramos al acabar la bajada eran encantadores, en Riego de Ambrós estuvimos hablando largo rato con un matrimonio que conocía bien la zona y nos recomendó sitios para ver y de paso nos llenaron de anécdotas del pueblo. También coincidimos con unos bicigrinos catalanes que en el descenso habían perdido a uno de sus compañeros y que habían hecho el descenso por el camino de tierra, durísimo por lo que nos contaron.
Después de tanta parada llegamos a mi destino del día Molinaseca y dónde me despedí de mis dos nuevos amigos que pretendían aún seguir un poco más,  intercambiando móviles. Pensé seguir camino con ellos, la verdad es que no estaba nada cansado y eran kilómetros que le quitaba a la segunda etapa que la tenía marcada en mis apuntes como la peor etapa del camino, sin embargo verme en un pueblo tan bonito y teniendo hecha ya la reserva en el albergue me animó a quedarme en Molinaseca.

Molinaseca

Antes de ir al albergue me decidí a comer, la verdad es que me equivoqué de sitio pedí una ración de croquetas "caseras" y de caseras tenía el nombre "la cocinera" pero bueno, decidí que la cena la haría en un bonito sitio situado al lado del río y la playa fluvial.
Después de la comida me decidí a ir al albergue para dejar la bici darme una buena ducha y dedicarme a hacer un poco de turismo por el pueblo, que aunque pequeño estaba lleno de sitios preciosos.
Como curiosidad el pueblo estaba hermanado con un pueblo japonés y me sorprendió encontrarme con un una columna escrita en japonés.
El albergue pequeño pero encantador, ducha que me sentó de maravilla, de paso lavé algo de ropa, me sorprendió ser el único bicigrino de todo el albergue a pesar de ser el albergue recomendado por la página del bicigrino.

Columna en japonés en Molinaseca
Ya eran las 20h y decidí ir a cenar, me dí cuenta de que mis horarios iban a cambiar mucho durante el camino, así que me dirigí al restaurante al lado del río que además tenía menú de peregrino.
Me pegué una buena cena empezando por un caldo berciano que me quitó todos los males y rematado con una tarta de la casa como nunca antes había probado. Unos alemanes en la mesa de al lado al oír mis comentarios sobre la tarta decidieron también pedirla, acabamos hablando de fútbol porque de fondo se oía el Barça - Madrid de hecho los acabé uniendo a la causa del Madrid y acabaron animando a mi equipo. Aún sin acabar el partido el sueño me empezó a vencer y pasé del partido y me fui dando un tranquilo paseo al albergue, en el camino Cristiano Ronaldo marcaba el empate a 2, parecía que estuviera en Madrid por los gritos de la gente :)
Llegué al albergue y después de hablar un rato con unos cuantos peregrinos me retiré a dormir, costó dormirse, era mi primer día en el camino, ya tenía un montón de recuerdos y detalles de esos que no se olvidan, además aún estaba sin creérmelo del todo.

Y así es como se fragua la idea de un camino

Recuerdo mis veranos en mi pequeño pueblo leonés, ahí oí a mi tío hablar por primera vez del camino, ese momento se me quedó grabado y me prometí que algún día yo sería un peregrino más.
Muchos años pasaron desde aquel día, tal vez demasiados, pero esa idea nunca se borró, recuerdo hacerme  la promesa de inicio de año que iría al camino pero la idea quedó aletargada, dormida, hasta que un día decidí hacer un viaje a Luxemburgo...

De ese viaje guardo muchísimos recuerdos. pero sobre todo hay uno especial, un día de esos que quieres desconectar del mundo decidí darme un paseo, perderme por esa ciudad tan hermosa. Y ahí estaba como esperándome, queriendo recordarme mi promesa, a más de 1300 kms. de Santiago, el símbolo del camino.


No pude evitar sentarme y quedarme un rato pensando en esa señal, hace tiempo que leí el Peregrino de Compostela de Coelho, en el que te enseña a seguir las señales y de este modo crear tu propio camino, le tomé una foto a la placa y continué mi viaje.

El último día de ese viaje decidí conocer Alemania un pequeño pueblo cerca de Luxemburgo Trier, recuerdo mi última mañana aproveché para recorrerme todo el pueblo hasta que me perdí, estuve un buen rato dando vueltas sin rumbo fijo y entonces apareció...

Otra vez el destino y sus señales, hay veces que hay que creer en esas señales y ahora estaba claro lo que tenía que hacer, tenía que hacer el camino y cumplir una promesa que había hecho a una persona muy importante para mí y a la que por desgracia no podría contarle mi viaje...